ESPERANZA
Ntra. Sra. de la Esperanza, Ntra. Sra. de la O
¿Quién desconoce la Esperanza Macarena o la
Esperanza de Triana?
A lo largo y ancho del mundo constatamos cómo el
título de La Esperanza acompaña a numerosas advocaciones de la
Virgen.
Y no podía ser de otra manera.
En la Salve Regina, que con el Padre
Nuestro y el Ave María forma el tríptico de las primeras oraciones
del cristiano, se proclama a María como nuestra más sólida esperanza:
Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida,
dulzura y Esperanza nuestra, Dios te salve.
No es cosa de ahora, ni es cosa únicamente del
cristianismo, que uno de los títulos de veneración de la abogada por excelencia
de la humanidad ante la divinidad, sea la esperanza. Ya entre los griegos la Esperanza (venerada
bajo el nombre de ElpiV Elpís) era una divinidad alegórica que pasó
a los romanos con el nombre de Spes. Era hermana del Sueño (UpnoV -Hipnos),
divinidad también alegórica que deja en suspenso nuestras penas.
Cuando Epimeteo abrió la Caja de Pandora, que según
una tradición contenía todos los males, y según otra más verosímil, todos los
bienes que, como tenían alas, salieron volando.
Y al cerrar de nuevo la caja, ya sólo quedaba
dentro de ella un bien: la Esperanza. Por eso bien dice el refrán que "La
esperanza es lo último que se pierde".
También en el cristianismo la esperanza es una de
las tres virtudes supremas (junto con la fe y la caridad) de manera que su
ausencia produce por sí misma la condenación irremisible.
La Esperanza, o simplemente Esperanza, y casi
siempre refiriéndose a esta advocación de la Virgen, es un nombre geográfico
muy extendido por todo el mundo latinoamericano.
Recordemos, por su importancia histórica en la ruta
de los descubridores, el Cabo de Buena Esperanza.
El Martirologio recoge también la referencia a una Santa
Esperanza, cuyo martirio se sitúa en Roma en tiempos de Nerón, cuando más
arreciaba la persecución de los cristianos.
Su fiesta se celebra el 1 de agosto.
Es éste un nombre bello por sí mismo, lleno de
atractivo, coronado, por si fuera poco, por una constelación de mitos, leyendas
y tradiciones que le dan plena vigencia.
¡Felicidades!
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